Muchos han visto a la propiedad, y me refiero a la propiedad privada, o como un mal necesario, o como una arbitrariedad impuesta por los poderosos, o como el resultado de la expoliación, o como la consecuencia del egoísmo, o como una secuela de la envidia, todo lo cual, desde el mal necesario hasta la envidia, resulta reprobable, motivo más que suficiente para promover su desaparición, ya sea por medios pacíficos y voluntarios (socialismo utópico), ya a través de la violencia revolucionaria (marxismo), o cualquier otra estrategia intermedia.

La verdad es que la propiedad privada, y en concreto el derecho de propiedad, es la única manera justa y eficaz de, como lo señala Menger, lidiar con el fenómeno de la escasez, es decir, con el hecho de que no todo alcanza para todos, menos en las cantidades que cada uno quisiera, y mucho menos gratis, escasez, ¡comenzando por la del tiempo!, que no solamente ocasiona uno de los fenómenos económicos más importantes, el costo de oportunidad, sino que impone la necesidad de exclusión, misma que da origen a la propiedad, misma que origina el derecho de propiedad, piedra de toque de la convivencia civilizada.

La propiedad, es decir, la exclusión de terceros, a favor del propietario, del uso de aquello que es del propietario, es la consecuencia inevitable de la escasez, el problema económico fundamental. El derecho de propiedad, es decir, el reconocimiento pleno, la definición puntual y la garantía jurídica de esa propiedad, que es la facultad de poseer algo y de disponer de ese algo dentro de los límites de lo lícito, es condición necesaria de la convivencia civilizada, derecho de propiedad que defino como “la facultad de exigir, a terceros en general, y en particular al poder encargado de hacer valer los derechos de la persona, aquello que, dado el modo legítimo de adquisición,  la justicia reconoce como nuestro, en términos de la posesión de una cosa”, derecho de propiedad que es negativo: los demás tienen la obligación de no quitarme lo que es mío, no de proveerme con lo que necesito o quiero.

La propiedad es consecuencia inevitable de la escasez; el derecho de propiedad es condición necesaria de la convivencia civilizada, derecho que es parte esencial de la justicia, definida a la manera clásica como la constante y perenne voluntad de dar a cada quien lo suyo - Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi - definición de justicia que supone, precisamente, la escasez, el hecho de que no todo alcanza para todos, de tal manera que lo que alcanza para X no alcanza para Y, y si lo que alcanzó para X éste lo obtuvo de manera justa (apropiación, trabajo, intercambio o donación, las cuatro maneras válidas de constituir la propiedad), entonces Y tiene la obligación de respetar lo que es de X, respeto que, en la medida en la cual, al final de cuentas, todo derecho es derecho de propiedad, es la condición de posibilidad de la convivencia civilizada.

La propiedad y la justicia tienen el mismo origen: la escasez. Solamente tiene sentido demandar darle a cada quien lo suyo, en la medida en la que no todo alcanza para todos, debiendo entenderse, como lo hizo Ayn Rand, que más que darle a cada quien lo suyo, siendo lo suyo de cada quien el derecho de cada cual, la justicia consiste en no demandar, de los de más, aquello que sabemos no nos pertenece, algo que los gobiernos redistribuidores, ¿y qué gobierno no lo es?, pasan por alto.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.