Dado (en general, ya que existen excepciones) el lamentable estado de las ideas relacionadas con los temas políticos, económicos y sociales, la afirmación de que cualquier tipo de socialismo implica la esclavitud aparece como una total y absoluta mentira, porque esas ideas políticas, económicas y sociales, que dan forma a los gobiernos contemporáneos, enseñan por lo general lo contrario: que el socialismo es un arreglo institucional a favor, entre otras cosas, de la libertad.

Según el Diccionario de la Lengua, de la Real Academia Española, el socialismo es el “sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales, y la distribución de los bienes”, lo cual supone, en la práctica, negar la propiedad privada, tanto de los medios de producción, como de los bienes y servicios de consumo final, y por ello mismo de la libertad individual, cuya condición de posibilidad es, precisamente, la propiedad privada. Así definido el socialismo sí implica esclavitud: el gobierno es el amo y los ciudadanos los esclavos, esclavos a quienes el gobierno les dice qué deben hacer, violando la libertad individual, y qué pueden poseer, violando la propiedad privada.

Se puede argumentar que más que al socialismo, lo que define el diccionario es al comunismo, la forma más extrema de socialismo, comunismo que sí implica esclavitud, pero no la única, de tal manera que hay que buscar la definición correcta de socialismo, para lo cual vale la pena, como primer paso, encontrar el común denominador de todas las corrientes socialistas, al margen del adjetivo, que puede ir desde cristiano hasta democrático, con el cual se califique al sustantivo socialismo. ¿Cuál es ese común denominador? La redistribución.

La esencia del socialismo, el común denominador de todas las corrientes socialistas, es la redistribución del ingreso practicada por el gobierno, lo cual supone violar la propiedad privada y, dado que la propiedad privada es la condición de posibilidad de la libertad individual, también constituye la violación de dicha libertad. Cada vez que el gobierno hace algo más que garantizar la seguridad contra la delincuencia, que impartir justicia, y que ofrecer los bienes y servicios públicos, que realmente lo sean, y que realmente deben de ser ofrecidos, y cada vez que le cobra más impuestos a unos que a otros, lo que hace es redistribuir, es decir, quitarle a unos para darle a otros, lo cual no pasa de ser un robo, que viola la propiedad privada, que por ser la propiedad privada la condición de posibilidad de la libertad individual también la viola, violación de la libertad individual cuyo resultado es la esclavitud.

Si el gobierno obliga a alguien a beneficiar a alguien más, independientemente de la manera como lo haga (las cadenas y látigos quedaron atrás), lo que está haciendo es esclavizando, tal vez no totalmente, pero sí parcialmente, al primero a favor del segundo, muchas veces -producto de lamentable estado de las ideas relacionadas con los temas políticos, económicos y sociales- con el pleno consentimiento de la víctima, convencida de que el gobierno sí tiene el derecho de quitarle a unos para darle a otros, es decir, que sí tiene el derecho para redistribuir, lo cual no es cierto: no tiene el derecho, solamente tiene el poder, poder que, al ejercerse sin el aval del derecho resulta arbitrario, como arbitrario resulta casi todo el poder ejercido hoy por los gobiernos, y ello por la siguiente razón: gobernar se ha vuelto sinónimo de redistribuir, de tal manera que cualquier gobierno resulta, aunque nominalmente no lo sea, socialista.

Para terminar: las definiciones que los diccionarios dan de socialismo, ninguna de las cuales hace referencia a la redistribución que le es inherente, es muestra del lamentable estado de las ideas relacionadas con los temas políticos, económicos y sociales.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.