La gran mayoría de la gente, en la gran mayoría de los países de Occidente, seguramente considera que, en materia de libertad, las cosas no están tan mal. Al final de cuentas, o por principio de ellas, la libertad es uno de los anhelos que dio origen a eso que podemos llamar cultura occidental, falta de libertad que hoy es poco cuestionada, pese a los índices que, al medirla, nos indican que la misma, sobre todo en el campo de la economía, deja mucho que desear. La calificación promedio a nivel mundial (179 naciones consideradas), en la escala del uno al diez, según el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage, es 5.95, lo cual, traducido a palabras, quiere decir economías mayormente controladas por los gobiernos, economías en las cuales los gobiernos han incautado, en buena medida, la libertad individual, sin que, en la gran mayoría de los casos, los agentes económicos sean conscientes de lo que ha sucedido.

Sin embargo, el que la libertad deje mucho que desear no quiere decir, necesariamente, que por su incautación de parte del gobierno éste se expanda. No, la incautación de la libertad de parte del gobierno (por ejemplo: limitando la realización de ciertas actividades económicas o de plano prohibiendo otras) no tiene como consecuencia, al menos no de manera necesaria y de forma notoria, la expansión del gobierno sino la contracción de la riqueza, algo suficientemente grave como para eliminar dicha incautación, algo que los gobiernos, voluntariamente, no están dispuestos a hacer.

No, la expansión del gobierno no se debe a la incautación de las libertades de los ciudadanos, sino a la asunción de sus responsabilidades de parte de los gobernantes, lo cual da lugar al gobierno ángel de la guarda, que como tal pretende preservar al ciudadano de todos los males, y al gobierno hada madrina que, como tal, tiene la intención de otorgar al ciudadano todos los bienes, pretensión totalitaria (todos los bienes, todos los males) que, conforme va avanzando, va restándole responsabilidades al ciudadano y dándoselas al gobernante, lo cual irremediablemente va multiplicando el número de agencias gubernamentales (por ejemplo: desde secretarías de salud hasta ministerios de educación, con un largo in between) y con ellas el presupuesto gubernamental y, por ello, el cobro de impuestos.

El gobierno se expande por la asunción de responsabilidades que no le corresponden, para lo cual tiene que cobrar impuestos que, precisamente por destinarse a financiar tareas que no le corresponden, degeneran en un robo con todas las de la ley, que violan el derecho a la propiedad privada y, dado que la misma es la condición de posibilidad de la libertad individual, también violan el derecho a la misma.

La libertad supone riesgo y responsabilidad y, en concreto, responsabilidad por los resultados de los riesgos contraídos, de tal manera que la asunción de responsabilidades, que legítimamente son del ciudadano, por parte del gobierno, eliminan el riesgo y, en última instancia, también la libertad, creando una sociedad de irresponsables, en la cual el gobierno es proveedor y el ciudadano pedigüeño, lo cual es contrario a la dignidad humana, sin olvidar que no hay nada que el gobierno le dé a los ciudadanos que ayer, hoy o mañana no se los haya quitado vía el cobro de impuestos, mismos que aumentan al paso de la expansión de los gobiernos ángeles de guarda y hadas madrina.

Termino con esta frase de Shaw: “No busquemos solemnes definiciones de la libertad: Ella es sólo esto: responsabilidad”.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.