Si lo que afirma Escalante es verdad, ¡y vaya que lo es: ante cualquier ley somos libres para obedecerla o no!, entonces la pregunta es ¿qué se necesita para convencer al ser humano con el fin de que cumpla las leyes?

En primer lugar que las leyes sean respetables, y que lo sean por sí mismas, es decir, que sean tales que forjen en el ser humano la obligación moral de respetarlas. ¿Y cuáles son esas leyes, las respetables por sí mismas? Las que garantizan derechos, que realmente lo sean, siendo el ejemplo más claro de ello estas tres. No matarás (garantiza el derecho a la vida). No esclavizarás (garantiza el derecho a la libertad individual). No robarás (garantiza el derecho a la propiedad privada).

¿Qué sucede cuando las leyes tienen como fin, no garantizar derechos, sino satisfacer necesidades, aunque sean las básicas, y/o defender intereses, que casi siempre son pecuniarios, leyes que en el primer caso (satisfacción de necesidades) son las socialistas y, en el segundo (defensa de intereses), son mercantilistas? Que son leyes injustas, ya que de una u otra manera, y en mayor o menor grado, suponen la redistribución del ingreso, es decir, presumen al gobierno quitándole a A lo que es de A, para darle a B lo que no es de B, lo cual no deja de ser un robo, legal, pero robo al final de cuentas. Esas leyes, ¿son respetables por sí mismas? No, y ello por una razón muy sencilla: esas leyes obligan a A a hacerle el bien a B, bien que A debe hacerle a B voluntariamente, no obligado por una ley, no con la intermediación del gobierno, misma que éste lleva a cabo gracias al gasto social: le quita, por medio del cobro de impuestos, a A lo que es de A, para darle a B, por medio del gasto social, lo que no es de B.

¿Qué sucede cuando las leyes tienen como fin, no garantizar derechos, sino prohibir que uno se haga daño a sí mismo? Que, al igual que las leyes socialistas y mercantilistas, son leyes injustas, ya que lo único que una ley debe prohibir es hacerle daño a los demás, y lo único a lo que una ley debe obligar es a reparar el daño hecho a otro.

Son respetables por sí mismas, y por lo tanto generadoras de la obligación moral de obedecerlas, las leyes que prohíben hacerle daño a los demás, no las que obligan a beneficiar a los demás, tampoco las que prohíben que uno se dañe a sí mismo, lo cual, de ser cierto, nos lleva a la siguiente conclusión: pocas, muy pocas, son las leyes respetables por sí mismas, ya que la mayoría tiene como fin, u obligar a que unos le hagan el bien a otros, o prohibir que uno se haga daño a sí mismo, leyes que violan la libertad individual y la propiedad privada, siendo, por ese simple hecho, leyes no respetables. ¿Hasta qué punto existe la obligación moral de respetar leyes injustas?

Además de la respetabilidad de las leyes, para que el ser humano las obedezca se requiere, uno, de un gendarme que vigile su cumplimiento y detenga al violador; dos, de un jurado que determine si el violador realmente lo es o no; tres, de un juez que dicte sentencia al acusado encontrado culpable de haber violado la ley; cuatro, de un verdugo encargado de aplicar el castigo y, cinco, de que todo ello se haga con honestidad y eficacia, con el fin, uno, de prevenir lo más posible la violación de las leyes, que si son justas (y lo son las que son respetables por sí mismas), supone prevenir la violación de derechos y, dos, de generar un efecto disuasorio lo más efectivo posible. ¿Cuántos sistemas legales cumplen con todo ello? Pocos, muy pocos, comenzando por lo primero, contar con leyes respetables por sí mismas, que solamente garanticen derechos, que realmente lo sean.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.