La principal pregunta de la filosofía del Estado, y de la filosofía del Derecho, y de la filosofía política, es ¿qué debe hacer el gobierno (en el entendido de que el gobierno no debe hacer todo lo que puede hacer)?, es decir, cuáles son sus legítimas, y por legítimas esenciales, funciones, aquellas a las que no puede renunciar sin dejar de ser gobierno, aquellas que legitiman el cobro de impuestos, cobro sin el cual ningún gobierno sobrevive, cobro que supone algo grave: obligar al contribuyente a entregarle al recaudador parte del producto de su trabajo, obligación que, si el dinero así recaudado no se destina a financiar las legítimas tareas del gobierno, ¡y nada más que las legítimas tareas!, degenera en una expoliación legal.

¿Qué debe hacer el gobierno? ¿Cuáles son sus legítimas funciones? Tres son las posibilidades: 1) Garantizar derechos; 2) Satisfacer necesidades; 3) Defender intereses. Si el gobierno se limita a garantizar derechos (que pueden ser naturales –con los que la persona es concebida– o contractuales –los que la persona adquiere voluntariamente–), el gobierno será liberal. Si, además de “garantizar” derechos, el gobierno satisface necesidades, el mismo será socialista y, dado que para satisfacer la necesidad de A le tuvo previamente que quitar a B, violará el derecho de propiedad de A (por ello las comillas en garantizar). Si, además de “garantizar” derechos, el gobierno defiende intereses, sobre todo pecuniarios (¿habrá algún caso en el cual esos intereses no sean pecuniarios?), intereses que son los de A, y que por serlo, y por necesitar la defensa del gobierno, se oponen a los de B, el gobierno será mercantilista, y usará su poder para beneficiar a uno, en este caso A, en contra de otro, B en este caso.

¿Es tarea propia del gobierno quitarle A para darle a B? ¿O privilegiar a A perjudicando a B (por lo cual también le quita a B para darle a A[1])? ¿Dónde queda la legitimidad de un gobierno que, por beneficiar –ya sea satisfaciéndole una necesidad o defendiéndole un interés– a uno perjudica a otro? Si concluimos que la respuesta a la pregunta es “En la basura”, entonces debemos de aceptar que la legítima tarea del gobierno, y legítima por esencial, ¡tarea a la que no puede renunciar sin dejar de serlo!, es garantizar los derechos de la persona, garantía que es la que justifica que, dado el caso, el gobierno use la fuerza en contra de quien viola derechos de otros, y por ello la frase de Amagi: gobernar consiste en garantizar los derechos de la persona, y si para ello hay que repartir bofetadas, ¡a repartirlas!, lo cual quiere decir que la tarea esencial del gobierno es la de imponer, sin consultar si debe o no debe hacerlo, y haciéndolo aún en el caso de que para ello tenga que recurrir al uso de la fuerza, el respeto a los derechos de los ciudadanos. Lo anterior quiere decir que, a todo aquel que quiera ser gobernante, hay que preguntarle si, dado el caso, y con la intención de hacer valer los derechos de los ciudadanos, está dispuesto a usar la fuerza en contra de quienes los violan. Ésta, y ninguna otra, es la pregunta más importante que debe hacérsele a quien aspira a gobernar, y ello supone que la respuesta a la principal pregunta de la filosofía del Estado, del Derecho y de la política, a saber: ¿qué debe hacer el gobierno?, es: hacer valer los derechos de los ciudadanos, y si para ello hay que repartir bofetadas, ¡a repartirlas!

Si el gobierno, por las razones que sean, deja de garantizar los derechos de los ciudadanos, ¿sigue siendo gobierno, por más que continúe haciendo todo lo demás, que puede ir desde extraer petróleo hasta educar a la gente, desde ser el mecenas de las artes hasta el promotor del deporte? No.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.