Un político no se beneficia de los avances que los individuos logran por su esfuerzo. Los políticos necesitan a los pobres para repartir dinero entre ellos y así comprar sus votos.
Ellos, los políticos, podrán decir otra cosa, pero, si más allá de lo que dicen, nos fijamos en lo que hacen, queda claro que su fin es el poder, ya sea alcanzarlo, ya sea retenerlo, pero siempre el poder, poder que en este caso es el poder de gobernar, es decir, el poder obligar a los gobernados a hacer o no hacer determinadas cosas, desde pagar impuestos (hacer) hasta no consumir drogas (no hacer), todo lo cual limita o elimina la libertad individual, la propiedad privada y la responsabilidad personal, poder de gobernar que fácilmente se usa de manera arbitraria, es decir, limitando la libertad individual, la propiedad privada y la responsabilidad personal en casos en los que no se justifica, casos que tienen que ver con la mayoría de las tareas que hoy llevan a cabo los gobiernos, tareas que nada, ¡nada!, tienen que ver con sus legítimas funciones, comenzando por las dos esenciales: garantizar la seguridad frente a la delincuencia e impartir justicia.
Ese afán de los políticos por el poder, en los sistemas democráticos, ha llevado a la degeneración de la democracia electoral en mercado electorero, lo cual supone, desde prometer, no sólo la garantía de derechos, sino también la satisfacción de necesidades y la defensa de intereses (la legítima tarea del gobierno es garantizar derechos, no satisfacer necesidades, no defender intereses), hasta la creación de clientelas presupuestarias, integradas por los grupos a los que el gobierno les satisface necesidades (por lo general pobres) o defiende intereses (por lo general empresarios), clientelas presupuestarias que fácilmente pueden convertirse en electorado cautivo, y por una sencilla razón: si hay reelección pueden estar dispuestos a votar por aquel que les satisfizo necesidades y/o defendió intereses y, si no la hay, pueden estar dispuestos a votar por el partido en el que milita el político que les defendió intereses y/o satisfizo necesidades, políticos y partidos a quienes les conviene, en los sistemas democráticos, crear y mantener esas clientelas presupuestarias, ¡que pueden convertirse en electorado cautivo!, sobre todo tratándose, y esto es lo que señala Sarmiento, de los pobres, cuyo nivel de bienestar bien puede depender, no del trabajo propio, sino de la dádiva del gobernante, quien hace caravana con sombrero ajeno, sin olvidar el agravante. Lo explico: ningún gobierno puede darle todo a todos, razón por la cual sólo le da algo a algunos, siendo que ese algo que a algunos les da previamente se lo tuvo que haber quitado a otros (aquí está la caravana con sombrero ajeno), sin pasar por alto que, dado que el gobierno cobra por quitar y dar, nunca da, ni en efectivo ni en especie, la misma cantidad que quitó (aquí está el agravante).
La combinación de democracia con gobiernos ángel de la guarda, que intentan preservarnos de todos los males, y hada madrina, que pretenden concedernos todos los bienes, genera los incentivos para la creación de clientelas presupuestarias que pueden convertirse, por voluntad propia, en electorado cautivo, todo lo cual da como resultado la degeneración de la democracia electoral en mercado electorero, degeneración que tiene como consecuencia natural y lógica la constante expansión del gobierno, quien cada vez se echa a cuestas más tareas, por lo cual va limitando las responsabilidades de los ciudadanos, creando sociedades de irresponsables, para lo cual necesita más recursos, para lo cual debe recaudar más, limitando cada vez más la propiedad privada y, dado que ésta es la condición de posibilidad del ejercicio de la libertad individual, limitando cada vez más dicha libertad. En pocas palabras: más gobierno, organizando de arriba hacia abajo, quitándole a unos para darle a otros, y menos individuos, organizándose de abajo hacia arriba, intercambiando libremente entre sí.
Puede ser que el comunismo esté muerto y enterrado, pero el socialismo, en cualquiera de sus muchas presentaciones, sigue vivito y coleando, socialismo que siempre sirve más, ¡mucho más!, a quienes lo idean, imponen, expanden y mantienen vigente (los políticos), que a aquellos a quienes pretende beneficiar (los pobres). ¿Qué sería de los políticos socialistas sin los pobres?
Por ello, pongamos el puntos sobre a i.
Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.
Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.
Si necesitamos un Estado para combatir otro Estado, por regresión, ¿cómo se justifica la existencia del primer Estado?
Los enemigos de la libertad –de izquierda, derecha o centro– tienen un denominador común: la fe en el Estado.
De la ley nace la seguridad.