¿Cuál igualdad es correcta? ¿Que nadie sea más que otro? ¿Que nadie tenga más que otro? ¿Qué nadie pueda más que otro? ¿Iguales ante la ley?
¿Por qué tanta preocupación por la igualdad? ¿Por qué es uno de los temas recurrentes en el discurso político, sobre todo en el de los políticos que aspiran al poder, desde el cual pretenden hacerla realidad? ¿Por qué la desigualdad es considerada, en muchos casos por arriba de la pobreza, el principal problema de nuestros días? La desigualdad, definida como la calidad de desigual, y por ello de aquello que no es igual, ¿es algo malo por su propia naturaleza? ¿Algo condenable como injusto? ¿Algo intolerable allí donde conviven dos o más personas?
Imaginemos cómo sería un mundo en el cual, en todo lo referente a lo humano, no hubiera ningún tipo de desigualdad: nadie sería, un ninguno de los muchos frentes de la personalidad, más que otro; nadie podría, en ninguno de los campos de la acción humana, más que otro; nadie tendría, con relación a ninguno de los bienes posibles, desde los materiales hasta los espirituales, más que otro. Todos iguales en todo. ¿Cómo sería un mundo en el cual, en todo lo referente a lo humano, no hubiera ningún tipo de desigualdad? ¿Cómo sería un mundo de total (lo comprendería todo), absoluta (sin ninguna excepción) y definitiva (sin posibilidad de cambio) igualdad? En ese mundo la persona (definida, tal y como lo hizo Boecio, como una sustancia individual de naturaleza racional), sería imposible. En ese mundo cada ser humano sería uno más entre iguales (como lo es cada grano de arena en el desierto), y no alguien único e irrepetible entre desiguales (como lo debe ser la persona en sociedad).
Lo interesante del caso es que para poder ser de hecho distintos en los ámbitos del ser, del hacer, del tener, es indispensable ser tratados igual, debiendo subrayar la diferencia: una cosa es ser tratados igual y otra muy distinta ser iguales, trato igual que debe darse, ante todo y sobre todo, frente a las leyes, que deben ser las mismas para todos y aplicadas a todos por igual, debiendo quedar prohibidos los privilegios, definidos como la “exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia”, privilegio que viene del latín privilegium, palabraformada a partir de privum y lex, que significa ley que concierne únicamente a un particular, por lo que privilegio significa ley privada, redactada y promulgada para defender los intereses de alguien, y no para garantizar los derechos de todos, siendo que entre los interese de alguien y los derechos de todos hay una diferencia, no solo cuantitativa, sino cualitativa: una ley destinada a defender los intereses de alguien es, esencialmente, una ley injusta; una ley cuyo fin es garantizar los derechos de todos es, en esencia, una ley justa, no debiendo pasar por alto que no puede haber mayor degeneración, en lo que a la convivencia entre individuos respecta, que la redacción y promulgación de leyes injustas.
La única igualdad correcta, y por lo tanto la única que debe imponerse, es la igualdad ante la ley. Las otras –igualdad del ser, del hacer, del tener, etc.– no existen e intentar realizarlas supone ir en contra de la naturaleza, es decir, en contra de las cosas tal y como son en sí mismas y por sí mismas. Cierto: la igualdad ante la ley tampoco existe en sí misma y por sí misma, siendo el resultado más acabado de la civilización, que comienza por reconocer, no que todos los seres humanos son iguales, sino que todos los seres humanos deben ser tratados igual, condición necesaria para, en la práctica, respetar la singularidad de cada quien, con todo lo que ello significa, sobre todo en términos de libertad, es decir, de la capacidad para introducir novedades en el mundo, para cambiar de rumbo, para mejorar, algo que los apóstoles de la igualdad más allá de la ley no acaban de entender, apóstoles que abundan en los gobiernos, razón por la cual la desigualdad es considerada hoy el problema social por antonomasia y, contrapartida necesaria, la igualdad como la máxima aspiración social y política.
Por ello, pongamos el punto sobre la i.
Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.
Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.
Si necesitamos un Estado para combatir otro Estado, por regresión, ¿cómo se justifica la existencia del primer Estado?
Los enemigos de la libertad –de izquierda, derecha o centro– tienen un denominador común: la fe en el Estado.
De la ley nace la seguridad.