Democracia, en el sentido literal del término, y en el ámbito político, del cual procede el vocablo, quiere decir poder del pueblo. En su sentido real, y siguiendo en el ámbito político, significa poder de la mayoría, poder que, por lo general, se limita a la elección de la cabeza del Poder Ejecutivo y a los integrantes del Legislativo. Allí donde se practica la democracia gobierna, desde el Poder Ejecutivo, y hacen las leyes, desde el Legislativo, quienes han sido electos por la mayoría. En estos dos ámbitos (poderes Ejecutivo y Legislativo), y con relación a esta tarea (elegir cabeza del Poder Ejecutivo y legisladores), manda la mayoría. Algo similar sucede en los mercados, por lo que, como lo hace Katz, se puede hablar de democracia económica, y no nada más en función de la libertad para elegir sino, también, en términos de los resultados de las elecciones.

¿Quién encabeza el Poder Ejecutivo? Quien ha sido electo por la mayoría, ¿Quiénes integran las cámaras legislativas? Quienes han sido electos por la mayoría. ¿Qué bienes y servicios encontramos en los mercados? Los que la mayoría, dadas las necesidades y poder adquisitivo de los consumidores, está dispuesta a comprar. Los mercados, ¡qué duda cabe!, son en este sentido democráticos: la oferta de bienes y servicios la determina las decisiones de compra de la mayoría. En este sentido hay una semejanza entre el ámbito de la política y el mundo de la economía, pero éste último tiene una ventaja, ¡y no menor!, sobre aquel. En el mundo de la política la minoría perdedora tiene que resignarse, por lo menos hasta la siguiente elección, a lo elegido por la mayoría ganadora. En el mundo de los mercados no necesariamente es así.

¿Qué tipo de corbatas, por poner un ejemplo, encontramos en los establecimientos comerciales dedicados a la venta de tales accesorios (porque la corbata no pasa de ser eso: un accesorio, nada esencial en materia de vestido)? Las que la mayoría de los consumidores está dispuesta, según la moda del momento, a comprar. En este sentido el mercado de corbatas es democrático, como lo son todos los demás.

Supongamos que yo quiero una corbata un tanto cuanto extravagante y, por ello, fuera de lo normal, siendo lo normal lo que se ofrece en los comercios dedicados a la venta de corbatas. En concreto: quiero una corbata 1) el triple de ancho de lo normal; 2) color rosa mexicano; 3) con lunares, color púrpura imperial, del tamaño de una moneda de diez pesos, a todo lo largo y ancho de la prenda, y 4) con el perfil de Snoopy bordado, en hilo dorado, en cada uno de esos lunares. Esta corbata, ¿la encontraré en los comercios dedicados a la venta de las mismas? No, claro que no. ¿Por qué? Porque, por lo menos hoy (la moda podrá dictar otro gusto mañana), éste no es el tipo de corbata que elige la mayoría y los mercados, ya quedó claro, son democráticos.

¿Quiere lo anterior decir que yo, minoría en cuanto a gustos en materia de corbatas, tengo que resignarme, por lo menos hasta que la moda cambie (¿cuándo cambiará?) y me favorezca (cuando cambie, ¿me favorecerá?), a los gustos de la mayoría? No, ¡claro que no!, y esta es la ventaja de los mercados sobre la política. Si estoy dispuesto a pagarle lo que me cobre por ello, ¡no hay nada gratis!, seguro que encuentro un sastre dispuesto a confeccionarme mi corbata, lo cual quiere decir que, si por lo general los mercados son democráticos, si el consumidor/comprador/demandante/ está dispuesto a pagar lo que el productor/ vendedor/oferente pide a cambio, puede surgir un mercado monocrático, definido como aquel en el cual sólo un demandante/comprador/consumidor decide, algo que, en el mundo de la política, no es posible.

En política lo menos malo es la democracia. En economía, poder adquisitivo de por medio, es posible la monocracia, lo mejor.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.