La afirmación de Marx, sobre todo cuando la democracia degenera en mercado electorero, y sobre todo si por socialismo se entiende la redistribución del ingreso, es cierta. En esto, el por lo general errado Marx, acertó, al grado de poder afirmar que hoy, entre democracia y socialismo, existe esta relación: la primera es la causa cuyo efecto es lo segundo.

Mercado electorero: el candidato a un puesto de elección popular promete, no solamente garantizar derechos, sino satisfacer necesidades y defender intereses, siendo que la legítima tarea del gobierno es garantizar derechos (que realmente lo sean, siendo tales los naturales y los contractuales), no satisfacer necesidades, tampoco defender intereses, satisfacción de necesidades que el gobierno logra redistribuyendo intencionalmente el ingreso, defensa de intereses que tiene como consecuencia, por lo general, la redistribución no intencional del ingreso.

Socialismo: el gobierno, en aras de la justicia social, el bien común, la igualdad de ingresos, etc, redistribuyendo el ingreso, es decir, quitándole a A lo que es de A, para darle a B lo que no es de B, violando la propiedad privada, practicando lo que Bastiat llamó expoliación legal, el robo con todas las de la ley, que eso –expoliación legal– es la redistribución del ingreso, no practicada voluntariamente, sino impuesta por el gobierno.

En el mercado electorero el candidato a un puesto de elección popular, si realmente quiere ganar, debe prometer más que solamente garantizar lo derechos de las personas, mismos que, rectamente entendidos, son de dos tipo: los naturales, aquellos con los que la persona es concebida (a la vida, libertad individual y propiedad privada) y los contractuales, aquellos que la persona adquiere voluntariamente, por así haberlo pactado con alguien más (como son los que surgen en los intercambios mercantiles).

Si el candidato a un puesto de elección popular realmente quiere ganar debe prometer algo más que garantizar el respeto a los derechos naturales y contractuales de las personas, y ese “algo más” incluye la satisfacción de necesidades (socialismo) y la defensa de intereses (mercantilismo), sobre todo lo primero. ¿Resultado? El Estado Benefactor, que en realidad es gobierno redistribuidor, redistribución ante la cual vale la pena preguntar qué tanto ha beneficiado a quienes debe beneficiar.

La democracia ha degenerado en mercado electorero y, consecuencia de ello, gobernar ha degenerado en redistribución. Hoy gobernar es sinónimo de redistribuir, de quitarle a A lo que, por ser producto de su trabajo, es de A, para darle a B lo que, por no ser producto de su trabajo, no es de B, y la prueba la encontramos en los presupuestos de egresos de los gobiernos. ¿Cuánto de ese gasto es gasto social, destinado a satisfacer necesidades por medio de la redistribución?

Puede ser que al comunismo se llegue solamente por la vía de la revolución proletaria, pero al socialismo se ha llegado por la vía del sufragio, de manera democrática, porque la gente vota, no solo para que los gobiernos garanticen derechos, sino, sobre todo, para que satisfagan necesidades, lo cual hacen quitándole a A para darle a B, redistribución del ingreso que es la esencia del socialismo, por lo que hoy, de izquierda, centro o derecha, todos los gobiernos, desde el momento en el que su tarea principal (¿esencial?) es redistribuir, son socialistas.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.