Al hablar de pobreza, que no hay que confundir con desigualdad, lo primero que hay que tener presente es que la misma es la condición original, que no natural, del ser humano en este mundo, por lo que no tiene causas. Lo que sí tiene causas es la riqueza, sobre todo si la entendemos, no como una determinada situación caracterizada por la correcta satisfacción de las necesidades básicas, que son aquellas que de quedar insatisfechas atentan contra la salud o la vida del ser humano, sino como la capacidad para producir, o participar en la producción de, los bienes y servicios necesarios para satisfacer correctamente esas necesidades. La riqueza, antes que un tener satisfactores suficientes, es un poder producir satisfactores suficientes.

Esa capacidad supone, por el lado de la oferta, la libertad individual para emprender, invertir, producir, distribuir, publicitar, exponer y vender bienes y servicios, todo lo cual se resume en tres palabas: libertad para trabajar, condición necesaria más no suficiente para, utilizando las palabras de Vargas Llosa, vencer a la pobreza, lo que no se logra solamente por el lado de la oferta, debiendo pasarse al lado de la demanda.

No basta con el laissez faire, con el dejar hacer. Además hay que dejar poseer, lo que hace referencia al laissez avoir, que nos permite pasar al lado de la demandaDejar poseer, ¿qué? El producto del trabajo, laissez avoir que encuentra su principal enemigo en el cobro de impuestos con fines redistributivos, enemigo omnipresente hoy que gobernar se ha vuelto sinónimo de redistribuir, del gobierno quitándole a A lo que es producto de su trabajo, para darle a B lo que no es producto de su trabajo, gobierno que teniendo en mente la justicia social, el bien común, la igualdad de ingresos, etc., etc., etc., redistribuye.

La capacidad para producir riqueza supone, por el lado de la demanda, la libertad individual para poder comprar satisfactores y poder consumirlos, libertad individual que supone la propiedad privada sobre los ingresos indispensables para poder comprar los bienes y servicios, ingresos que suponen la libertad individual para, trabajando, generarlos. Nuevamente libertad individual para trabajar y propiedad privada sobre el producto de ese trabajo.

La capacidad para producir y consumir riqueza aumenta considerablemente gracias a la división del trabajo, al hecho de que A se dedica a la producción de Z, B se dedica a la producción de Y, A produce más Zs de los que necesita, B produce más Ys de los que necesita, por lo que están dadas las condiciones para que A y B intercambien sus excedentes, para lo cual el intercambio debe ser posible, intercambio que no es otra cosa más que el mercado, definido como la relación de intercambio entre oferentes y demandantes. La división del trabajo permite elevar la productividad de los productores, y la mayor productividad se traduce en una mayor producción de bienes y servicios, por lo tanto en una menor escasez, por ello en la posibilidad de un mayor bienestar.

Libertad individual para trabajar. Propiedad privada sobre el producto del trabajo. Posibilidad de intercambiar, intercambio que es una de las relaciones más justas y eficaces que puede haber. Justa: ambas partes, comprador y vendedor, participan voluntariamente. Eficaz: ambas partes, después del intercambio, dado que valoran más lo que reciben que lo que dan a cambio, elevan su bienestar.

Libertad, propiedad y mercado, acciones e instituciones que han hecho posible que cada vez más personas superen la pobreza, libertad, propiedad y mercado que son rechazados por muchos.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.