La primera pregunta, que los defensores de la libertad individual y la propiedad privada, debemos hacernos es ¿qué debe hacer el gobierno?, pregunta que nos remite a la cuestión de si hay una manera objetiva de responderla, lo cual nos lleva a la pregunta de si existe, o no, una tarea natural del gobierno, que le señale límites a los gobernantes, por debajo de los cuales el gobierno peca por defecto, y por arriba de los cuales lo hace por exceso.

¿Todo lo que los gobiernos hacen de hecho deben hacerlo por derecho? Si la respuesta es afirmativa, entonces resulta que todo lo que el gobierno hace, por el hecho de hacerlo, debe hacerlo, no existiendo más límite a su acción que el impuesto por el poder: el gobierno llegará hasta donde su poder lo lleve, siendo así que el gobierno hará lo que hace, no porque tenga el derecho de hacerlo, sino porque tiene el poder para hacerlo, lo cual, a los defensores de la libertad individual y la propiedad privada, nos lleva a la pregunta más importante, que no es ¿qué puede hacer el gobierno?, sino ¿qué debe hacer?

La respuesta que da Coleridge es: seguridad a los poseedores, facilidad a los adquirientes y esperanza para todos, respuesta que, bien intencionada, inclusive de inspiración liberal, aunque más que liberal Coleridge fue romántico, no deja de ser ambigua, sobre todo en lo referente a las dos últimas tareas: facilidad a los adquirientes y esperanza para todos.

Facilidad a los adquirientes, ¿en qué sentido? ¿En el sentido liberal del término, y por lo tanto sinónimo de no imposición de lastres y obstáculos al intercambio entre oferentes y demandantes, razón por la cual al facilitarle la vida a los adquirientes se les facilita, dado que compra y venta son dos caras de la mima moneda, a los oferentes? ¿O en el sentido mercantilista del término, y por ello como sinónimo de control de precios, subsidios al consumo, y demás artilugios usados indebidamente por el gobierno para beneficiar a los adquirientes y perjudicar a los oferentes (en el caso del control de precios) o a los contribuyentes (en el caso del subsidio, dado que los recursos destinados al mismo salen del bolsillo de quienes pagan impuestos)

Esperanza para todos, nuevamente ¿en qué sentido? ¿En el sentido mesiánico del término, de tal manera que será el gobierno el que haga realidad todas las esperanzas de los gobernados, convirtiéndose en ángel de la guarda, capaz de preservarlos de todos los males, y en hada madrina, capaz de concederles todos los bienes? ¿O en el sentido liberal, de tal manera que la esperanza debe ser la de un gobierno que se limite a prohibir que nos hagamos daño los unos a los otros y, dado el caso de que la prohibición falle, que castigue a quien dañe a otro y que repare a quien resulte dañado?

Queda claro que el gobierno debe otorgar seguridad a los poseedores o, dicho de otra manera, garantizar jurídicamente la propiedad privada, que es la condición de posibilidad de la libertad individual, seguridad a los poseedores que el gobierno, por la vía del cobro de impuestos, sobre todo con fines redistributivos, es el primero en violar, razón por la cual termina haciendo aquello que debería prohibir y castigar, siendo ésta la gran contradicción, contradicción esencial, de los gobiernos contemporáneos, cuya tarea principal es la redistribución.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.