Lo dicho por Bakunin es cierto para todo Estado, encarnado en gobierno, que pretenda ser más que eso, gobierno, para convertirse en ángel de la guarda, y preservarnos de todos los males, y en hada madrina, y concedernos todos los bienes, gobiernos ángel de la guarda y hada madrina que terminan enterrando las manifestaciones de la vida individual, comenzando por la libertad y las dos erres que le son inseparables (e indispensables): riesgo y responsabilidad.

Lo señalado por Bakunin es cierto para cualquier Estado, encarnado en gobierno (y cualquier Estado termina encarnado en gobierno), que pretenda hacer algo más que garantizar la seguridad contra la delincuencia y, suponiendo que falle, impartir justicia en su doble dimensión: castigar a quien viole derechos de terceros y resarcir a la victima de tal violación. ¿Y qué más puede hacer un gobierno? Intentar preservarnos de todos los males y procurar concedernos todos los bienes, es decir, ser desde ángel de la guarda hasta hada madrina, intento y procuración que termina matando las iniciativas individuales, es decir, la libertad y sus dos erres: riesgo y responsabilidad.

¿Pero qué sucede cuando, por las razones que sean, e independientemente de quién lo haga, se matan las iniciativas individuales? Lo que sucede es que se atenta contra la dignidad de la persona, a quien no se le reconoce la mayoría de edad, negándosele la capacidad para arriesgarse por su cuenta y para responsabilizarse por ella, razón por la cual necesita de un ángel de la guarda que la proteja de todos los males, y de una hada madrina que le conceda todos los bienes, ángel de la guarda y hada madrina que no será otro más que el Estado encarnado en gobierno, quien para poder ser algo más que gobierno tiene, inevitablemente, que violar la libertad y la propiedad de los gobernados, violación que los transforma de gobernados en esclavos, con todo lo que ello supone en materia de iniciativas individuales.

El gobierno gobierno, el que ha renunciado a la pretensión de ser, además, desde ángel de la guarda hasta hada madrina, se limita a prohibir la delincuencia y a impartir justicia, reconociendo que la lucha contra todos los otros males, así como la lucha a favor de todos los demás bienes, es responsabilidad de cada uno, con el riesgo que esas luchas suponen, riesgo y responsabilidad que son inherentes a la libertad, misma que se limita, llegando a eliminarse, en la medida en la que el gobierno pretende ser más que gobierno para convertirse, ¡siempre fallidamente!, en ángel de la guarda y hada madrina.

Supongamos que el gobierno lograra, eficazmente, preservarnos de todos los males y concedernos todos los bienes, si así fuera, ¿debería hacerlo? No, ya que el asunto no es cuestión de eficacia, sino de principio, y el principio debe ser respetar la dignidad de la persona, lo cual supone respetar su libertad para luchar contra los males (todos, menos la delincuencia, mal que debe ser evitado por el gobierno), y a favor de los bienes (todos, menos la impartición de justicia, bien que debe ser procurado por el gobierno) o, dicho de otra manera, respetar las manifestaciones de la vida individual, con sus riesgos y responsabilidades, evitando crear, entre gobernados y gobernantes una relación de dador y peticionario, relación que hoy es la común y corriente, ya que hoy todo gobierno es, antes que gobierno, ángel de la guarda y hada madrina, todo ello en detrimento de la libertad, del riesgo y la responsabilidad o, dicho de otra manera, en contra de la dignidad de la persona.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.