En el ámbito de los fenómenos sociales (por ejemplo: los procesos de producción de las mercancía o los intercambios de bienes y servicios), por orden natural hay que entender, tal y como lo señaló, en el siglo XVIII, Adam Ferguson, el que es producto de la acción humana, pero no del diseño humano (tal y como es el caso, por ejemplo, de los intercambios de mercancías o de los procesos de producción de los bienes y servicios).

El mercado, entendido como la relación de intercambio entre oferentes y demandantes, es la mejor muestra del orden natural: esa relación de intercambio se da sin que algún poder, (por ejemplo: el político), le ordene al productor y al consumidor establecer una relación de intercambio. Ambos, vendedores y compradores, la establecen a partir de su decisión de hacerlo, y lo hacen porque cada uno de ellos espera ganar con el intercambio: valoran más lo que reciben que lo que dan, razón por la cual nadie debe obligarlos a intercambiar.

¿Y qué es lo que hace posible los procesos de producción en los que intervienen los conocimientos y los trabajos de cientos, miles, cientos de miles, millones de personas, cada una aportando un conocimiento o un trabajo sin el cual la mercancía resultaría imposible? Pongo el ejemplo clásico, de Leonard Read, del proceso de producción del lápiz. ¿Existe alguien, en el mundo, que sepa cómo producir un lápiz de la A a la Z, producción que involucra, desde el trabajo del dueño del vivero en donde se sembró la semilla que, al paso del tiempo, se convirtió en el árbol que aportó parte de la madera para la elaboración del lápiz, hasta la labor de la dueña de la papelería en donde el lápiz se vende al consumidor? No, no hay alguien que sepa cómo producir un lápiz de la A a la Z y, sin embargo, los lápices se producen, lo cual quiere decir que todos los que tienen algo que aportar, trabajo y/o conocimiento,  terminan aportándolo.

¿Cómo se arma el proceso de producción del lápiz? ¿De la misma manera que se arma un rompecabezas, es decir, con alguien poniendo cada pieza en su lugar, desde el trabajo del dueño del vivero hasta la labor de la dueña de la papelería? No, claro que no. Entonces, ¿cómo se arma? Por medio de una infinidad de intercambios, el primero de los cuales puede ser la venta, que realiza el dueño del vivero, de la plantita recién nacida al dueño del bosque, lugar en donde la misma será trasplantada para darle oportunidad de crecer y desarrollarse, siendo el último de los mismos la compra, que lleva a cabo el consumidor final, del lápiz a la dueña de la papelería. Entre estos dos intercambios, a lo largo del proceso de producción, se realizan miles de intercambios, producto de la acción humana, pero no del diseño humano, intercambios que dan como resultado el lápiz, y así con cada uno de los bienes y servicios que se les ofrecen a los consumidores, todo ello producto del orden espontáneo, mismo que no se puede captar por medio de los sentidos, sino solamente entender a través de la inteligencia, en general, y, en concreto, por medio del método axiomático – deductivo, que parte de ciertas verdades evidentes al intelecto, a partir de las cuales se deducen todas las consecuencias que, lógicamente, pueden deducirse de las mismas, orden espontáneo que no se puede estudiar, ni de manera empírica, ni de forma matemática, por más que la mayoría de las escuelas de economía, sobre todo las que forman el mainstream economics, sean matemáticas y empíricas. Por eso la enseñanza de la economía está como está, ¡y por ello la economía está como está!

Por ello, pongamos el punto sobre la i.