Como próximo Presidente, Felipe Calderón deberá comprometerse con la construcción de un México plural, abierto al mundo, unido en lo básico –las reglas del juego o el Estado de Derecho- y, ojo, cada vez menos desgarrado entre los traumas de la historia y los desafíos del futuro.
Mañana miércoles el Instituto Federal
Electoral confirmará sin duda lo que indican, a las 12 horas del lunes 3 de
julio, las propias cifras del IFE que provienen de más de 130,700 actas de la
elección presidencial que contaron y avalaron centenares de miles de ciudadanos
y representantes de los partidos políticos en las casillas electorales.
Tales cifras, con 97.48% de las actas
procesadas, son las siguientes: Felipe Calderón Hinojosa: 36.36%; Andrés M.
López Obrador: 35.40%; Roberto Madrazo: 21.53 por
ciento. Una diferencia, entre el primero y el segundo lugar, de 371,000 votos
aproximadamente.
En ningún momento, desde que se inició el
conteo de las actas en el PREP, el candidato del PAN ha dejado de estar en el
primer lugar. Científicamente es imposible que el faltante 2.5 por ciento de
las actas reviertan su apretado triunfo. Por otra parte, todos los
participantes coinciden en que se trató de elecciones notoriamente limpias,
prácticamente sin incidentes relevantes que pudiesen cambiar el sentido de la
votación.
Asumamos triunfos y derrotas y pongámonos,
entonces, a trabajar.
El próximo Presidente cometería un terrible
error si desdeña el hecho de que alrededor del 35% de los electores –poco más
de la tercera parte- votaron por un proyecto diametralmente opuesto al que él
propuso en su campaña; tampoco debe minimizar los millones de votos que obtuvo
el PRI, sobre todo porque la inteligente actitud de ese partido, al término de
los comicios, le ha otorgado un poder decisorio en términos de gobernabilidad.
Se debe gobernar para todos al tiempo que se
impulsa el proyecto modernizador y productivo que propuso el candidato ganador.
Pero una labor adicional es atender, con inteligencia, con paciencia, con
firmeza, a ese numeroso grupo de mexicanos que perciben, por las razones que
sean, como injusto o indeseable el proyecto modernizador y abierto al mundo; no
sólo es un asunto de combatir la pobreza y la corrupción sin descanso y sin
titubeos. Es también un asunto de persuasión con palabras y con hechos.
Menuda tarea, en la que sin desplantes
retóricos todos debemos colaborar. Una tarea educativa en el más amplio sentido
de la palabra que implica detectar nuestras potencialidades, reconocer nuestras
carencias culturales, revisar sin temor traumas históricos, desmitificar,
adoptar nuevos paradigmas de prosperidad y equidad, reforzar sin descanso el
Estado de Derecho, los derechos de propiedad y el respeto a los contratos y a
la palabra dada.
Imprescindible atender una de las principales
aspiraciones de buena parte del electorado de López Obrador: Terminar para
siempre con estatutos y condiciones de privilegio. Otra vez, pues, el Estado de
Derecho.
Menuda tarea, pero fascinante también.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.