Manuel Andrés (a) “No caigamos en provocaciones” López Obrador no deja de provocar. La última vez, diciendo que daría el Grito a la misma hora que Fox, en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con su misma gente.

¡Nueva frustración! Primero, Fox no estorba a Manuel Andrés mientras comete sus muchos, inmensos, autodestructivos errores. No logró acusarlo de represor; ningún niño o mujer (de esos que puso por delante en las carpas) salió golpeado en un periódico. No hubo un muertito, útil mártir propiciatorio. Y luego, para añadir escarnio a tal ultraje, Fox se va, ¡ay!, ¡a Dolores! Pero, ¿y la nueva campana de una tonelada? ¿Y la competencia de gritos? ¿Y los equipos de sonido? ¿Y el dinero invertido? Un fracaso más en la provocación vil (perdón, resistencia civil). 

Como Fox le cebó su nueva provocación, se avienta la puntada de cancelar su anunciado grito. ¡Cuánto fervor patrio! (¿O no será que le comió el mandado –y las cámaras, y los reflectores, y la cobertura– el destinatario de sus mofas y “traidor a la democracia”? Con todo respeto.)

Ya estuvo bien. En este mes, cuando el Estado nacional conmemora su independencia y soberanía, hay que restaurar la dignidad de la nación. Es lugar idóneo la Plaza. La Plaza de Armas. La Plaza de la Constitución. La Plaza Mayor de la República. (Es mucho más que el anchuroso espacio público apodado “Zócalo”.)

Cada 16 de septiembre el Ejército le da el uso republicano que le corresponde. No desfila por lucirse o dar un espectáculo (que según López ha dicho, le aburre). El Ejército marcha como lo que es: una fuerza republicana, una fuerza de beneficio civil, y una fuerza de paz; sale a la calle porque en él está representada esta nación. No desfila porque López “se lo permita” (!!!); más bien lo contrario.

Hace 159 años hubo otra fuerza invasora: sobre el Palacio Nacional ondeaba una bandera de barras y estrellas. México, literalmente, había rendido la Plaza. Pero hoy la ha invadido y privatizado una fuerza facciosa que la convirtió en excusado, en mingitorio, en dormitorio, en basurero, en nido de ratas.

¡Ni un día más! Que una guardia del Ejército se quede allí y evite, para siempre, todo mal uso. Impedir que se queden a vivir allí (luego de una “Convención” “Nacional” “Democrática”) para continuar su provocación, hasta el 15 de septiembre de 2007 y quién sabe hasta qué más.

Es hora del Ejército. Es hora de ver de qué está hecho el actual jefe nato de las Fuerzas Armadas. Es hora de ver de qué está hecho el presidente que hemos elegido.