La estabilidad monetaria se define como aquella situación en la cual el comportamiento esperado de los precios no influye en las decisiones de los agentes económicos o, dicho de otra manera, como aquella situación en la cual la evolución futura de los precios se vuelve irrelevante. ¿Por qué? Porque el movimiento en los precios, ya sea a la alza, ya a la baja, es de tal magnitud que no afecta al poder adquisitivo del dinero. Numéricamente, ¿qué supone una situación de estabilidad monetaria? Inflación anual no mayor a los cuatro puntos porcentuales, estabilidad monetaria que en México estuvo ausente entre enero de 1971 y julio del 2005, salvo por un período de tres meses: octubre, noviembre y diciembre del 2003, durante el cual la inflación anual fue, respectivamente, 3.96, 3.98 y 3.98 por ciento, por debajo de los cuatro puntos porcentuales.

La época de inestabilidad monetaria, con inflaciones anuales por arriba de los cuatro puntos porcentuales, se inició en enero de 1971 y terminó, salvo por los tres meses antes señalados, en julio del 2005: durante ese período, de treinta y cuatro años y siete meses, la inflación promedio anual fue 24.7 por ciento. Entre agosto del 2005 y agosto del 2006 la inflación anual se ubicó, sin excepción, por debajo de los cuatro puntos porcentuales, promediando 3.37 por ciento: la mayor se registró en agosto del 2005, 3.95 por ciento, y la menor en noviembre del mismo año, 2.91 puntos porcentuales.

¿Qué quiere decir lo anterior? Que en los últimos tiempos hemos tenido dos periodos de estabilidad monetaria. El primero entre octubre y diciembre del 2003, con inflación promedio anual de 3.97 por ciento, el segundo, entre agosto de 2005 y agosto de 2006, más largo que el primero, y con mejores resultados, con inflación promedio anual de 3.37 por ciento, segundo período de estabilidad monetaria que se vio interrumpido en septiembre pasado, mes en el cual la inflación anual fue del 4.09 por ciento, superior a los cuatro puntos porcentuales, por primera vez en trece meses. Sí, se trata de solamente nueve centésimas de punto porcentual por arriba del cuatro por ciento, pero al final de cuentas por arriba del límite que separa la estabilidad de la inestabilidad monetaria.

Los últimos meses, de junio a septiembre, fueron de presiones inflacionarias: en mayo la inflación anual fue del 3.00 por ciento; en septiembre alcanzó 4.09, lo cual dio como resultado un repunte en la inflación del 36.3 por ciento. ¿A qué se debió? El Banco de México informó que la principal causa fueron “las alzas significativas que se registraron en los precios de algunas hortalizas como consecuencia de condiciones climatológicas adversas que afectaron las cosechas. En particular – señaló el banco central - las cotizaciones del jitomate aumentaron 76.31 por ciento durante el mes que se reporta (septiembre), y por si sólo ello contribuyó 0.36 puntos porcentuales a la variación mensual del INPC”, el Índice Nacional de Precios al Consumidor, con el cual se mide la inflación. ¿Qué quiere decir lo anterior? Que si eliminamos del INPC al jitomate la inflación en septiembre hubiera sido del 3.73 por ciento.

El que el repunte en la inflación se deba, de manera principal, a la alza en el precio del jitomate es una buena noticia, por una razón muy sencilla: dicho repunte no se debe a la práctica, de parte del Banco de México, de una política monetaria inflacionista, sino al hecho de que, por condiciones climatológicas adversas, se generó una escasez relativa de ciertos productos agrícolas, lo cual dio como resultado un incremento en su precio, de manera principal en el del jitomate. El que el repunte en la inflación se deba, no a una política monetaria inflacionista, sino al alza en el precio del jitomate, quiere decir que el alejamiento de estabilidad monetaria será pasajero y que pronto la inflación se ubicará, nuevamente, por debajo de los cuatro puntos porcentuales.