No es justo, nada más porque los ven limitaditos se lanzan en contra de ellos. Me refiero, desde luego, a los infatigables, sufridos, aguantadores, diputados y senadores mexicanos (ojo: ya no es políticamente correcto decir diputadas y diputados, ni senadoras y senadores; esos es de los tiempos idos y prohibidos de Vicente Fox; hago la aclaración para que ninguna legisladora se ofenda; también están incluidas en la nómina). En estos días he escuchado y leído tremendas condenas a estos hombres y mujeres; se les endilgan epítetos malsonantes –groserías, pues-, denuestos iracundos y hasta repugnantes salivazos de desprecio…

Sí, ya sé que parecen no tener vergüenza. Sí, ya sé que todo el sainete que han armado con una dizque reforma electoral es bochornoso y los ha mostrado como mezquinos pandilleros ávidos de dinero y de venganza; también sé que Manlio Fabio es como Capulina pero en pesado e insufrible, que Navarrete parece su eco disminuido, que Creel es tonto pero se esfuerza por serlo de manera solemne y palaciega, que González Garza tiene vocación de alfombrita del Pejítimo, que a Ruth le urge una peinadora y que a Emilio, la gran boa, le faltaron unas clases de lógica en la escuela (por no hablar de las de ética que se debe haber volado)… Sé todo eso y más, pero en el fondo hay una atroz injusticia en las críticas que se les han hecho. No hemos comprendido el hondo significado social que tiene su presencia y su existencia, tampoco hemos aquilatado que ellos representan la mejor muestra de que México es un país de avanzada social, una democracia pródiga con los más necesitados, una nación comprometida con los más desfavorecidos.

Veamos: ¿Se imaginan que en lugar de estar en el Congreso estos personajes y muchos otros anduvieran sueltos por las calles y caminos del país?, ¿se imaginan la gran insensibilidad social que sería el dejarlos a su suerte y librados a sus propios medios en este mundo ferozmente competitivo y exigente? Muchos de ellos, por ejemplo, no podrían ser choferes de microbús porque se dice que no pueden coordinar la pierna izquierda con la derecha; tampoco se les ve futuro como vendedores ambulantes o como policías de tránsito porque no están hechos para madrugar ni para exponerse mucho a las inclemencias de la intemperie; capacidades para ser empleados eficientes y eficaces en alguna empresa tampoco se les ven; como obreros no parecen estar capacitados y muchas vidas correrían riesgo si chambearan de albañiles… ¿Qué hacer con estos compatriotas a quienes la naturaleza o la educación no favorecieron?, ¿abandonarlos?, ¿condenarlos a la mendicidad?

No, señores, los mexicanos somos generosos y por fortuna tenemos una política social de avanzada que es envidia de muchas democracias presumidas. Tomen el caso de los legisladores del PRD: como su chamán tabasqueño les ha prohibido negociar o discutir han quedado reducidos al papel de bultos y alfombritas en el Congreso. Por eso hay quien dice que constituyen algo así como el programa Oportunidades bis: Reciben mensualmente su ayuda solidaria de parte de los contribuyentes, se les mantiene a resguardo de las inclemencias del tiempo adentro de las cámaras de diputados o de senadores y se les da una bonita terapia ocupacional. No entiendo por qué en su último informe el presidente Calderón omitió mencionar ese avance único, sin precedente, de la política social en México.

Ahora piensen en personajes como Gamboa, Creel, Navarrete, Beltrones, Zavaleta, González Garza y muchos más: ¿Los vamos a exponer a la befa y al escarnio a causa de sus patentes limitaciones y carencias morales e intelectuales?, ¿permitiremos que sean las primeras víctimas de la odiosa discriminación por el sólo hecho de que tienen “capacidades diferentes”? Nada de eso, hay que darles un lugar limpio y digno, una especie de guardería para personas especialitas –dice: especialitas, diminutivo de especiales- donde puedan tal vez recibir alguna instrucción o cuando menos estén a salvo de causar daños irreparables o de infligirse daños a sí mismos… No creo que sea necesario llegar al extremo de pedir que pongan paredes acolchadas en los salones de plenos de sus respectivas cámaras (aunque si en el futuro el Pejítimo chamán tabasqueño se volviese legislador habría que considerar el asunto, junto con el de las dosis masivas de sedantes, hipnóticos, ansiolíticos y otros medicamentos de uso restringido; electrochoques no, eso es una salvajada), pero sí deberíamos ser un poco más comprensivos. Véanlo así: ¿A ustedes de niños no les decían que se comieran la sopa porque tenían que considerar que miles de niños en África o en China se estaban muriendo de hambre?, piensen entonces en que muchos de nuestros sufridos legisladores sólo caben ahí… y den gracias porque ustedes sí tienen un oficio útil y decoroso y porque México sí tiene una política social que se preocupa por quienes –vayan ustedes a saber por qué- padecen obvias limitaciones y desventajas.