En un Pesos y Contrapesos anterior comenté que durante el primer trimestre del año la producción de bienes y servicios - Producto Interno Bruto, PIB - y con ella la generación de ingreso, creció, en términos anualizados, 4.6 por ciento, cifra por demás aceptable. Inclusive, partiendo de las cifras con las que contamos hasta el momento, se puede hablar, en materia de crecimiento económico, de un antes y un después de la recesión de 2009, antes caracterizado por un crecimiento relativamente bajo, después que ha tenido como característica un crecimiento relativamente elevado. El crecimiento promedio anual del PIB, en los cuatro trimestres anteriores a la recesión del 2009, fue de 2.87 por ciento; en los últimos cuatro trimestres ha sido del 3.97, 38.3 por ciento mayor, todo lo cual apunta en la dirección correcta, debiendo ser aliciente para realizar las reformas estructurales que permitirían, al final de cuentas, un mayor crecimiento de la producción de bienes y servicios y, por ello, una mayor generación del ingreso. Si sin las reformas estamos creciendo a tasa relativamente elevadas, ¿cuánto más no creceríamos si se llevaran a cabo?

¿Por qué es importante el PIB? Porque el problema económico de fondo es el de la escasez - no todo alcanza para todos, y menos en las cantidades que cada uno quisiera -, y la única manera de aliviar el problema - en el entendido de que nunca lo resolveremos del todo -, es, por el lado de la oferta, produciendo más bienes y servicios, y, por el lado de la demanda, generando más ingreso, ingreso que se genera por medio de la producción de bienes y servicios. Se trata de las dos caras de la misma moneda: producción - ingreso. Por eso es importante el PIB.

Pero que el PIB sea importante no quiere decir que sea la mejor variable para calificar el desempeño de una economía. De hecho no lo es, habiendo una mejor: el PIB per cápita o, dicho de otra manera, el ingreso por habitante, que se obtiene al dividir el ingreso generado por todos entre el número de habitantes del país, pudiéndose calcular también el crecimiento del PIB per cápita, para lo cual hay que restarle, a la tasa de crecimiento del PIB, la tasa de crecimiento demográfico, que, según los datos del INEGI, entre 2005 y 2010 fue, en promedio, del 1.8 por ciento anual. Suponiendo que dicha tasa no haya variado, al menos no de manera importante, en 2011 y 2012, entonces tenemos que el ingreso por habitante, o PIB per cápita, durante el primer trimestre de 2012 creció 2.8 por ciento, lo cual quiere decir que si el ingreso, generado entre todos entre enero y marzo, se hubiera repartido equitativamente, a cada uno nos hubiera tocado 2.6 por ciento más en comparación con lo que nos hubiera tocado un año antes, entre enero y marzo de 2011, lo cual es buena noticia, sobre todo porque se trata de un aumento, lo cual apunta en la dirección correcta.