Hace más de 30 años aparecía un elocuente anuncio político en la televisión de Estados Unidos, era un close-up del rostro de Richard Milhous Nixon y una voz en off le preguntaba a los televidentes: “¿Usted le compraría a este sujeto un auto usado?”.

Así es la propaganda electoral en las democracias modernas. A pesar del agresivo anuncio que proclamaba hábilmente que Nixon no era un tipo digno de confianza, éste llegó a la Presidencia de los Estados Unidos y se reeligió… Hasta que Watergate demostró que, en efecto, “Dicky tricky” (Ricky tramposo) era un peligro para Estados Unidos. Astuto, marrullero, con gran aplomo para mentir y hasta para llorar ante las cámaras si era preciso, Nixon era el típico estafador al que nunca hay que comprarle un auto usado…

En México, una mayoría de magistrados del Tribunal Federal Electoral y una mayoría de consejeros del IFE acaban de hacer una barrabasada: Restringir la libertad de expresión, tratar a los ciudadanos mexicanos como si fuésemos menores de edad fácilmente impresionables o idiotas susceptibles de creerse cualquier cosa. Apabullados por las tácticas de agitación y propaganda del PRD y de una parte –la más execrable- del PRI, estos funcionarios –pagados con nuestros impuestos- nos faltaron al respeto, nos declararon no aptos para discernir por nosotros mismos lo que es verdad de lo que es mentira en la propaganda electoral.

Vivimos, pues, en plena beatería electoral. El padre Marcial Maciel es tan intocable para los Legionaros de Cristo como López Obrador lo debe ser para los mexicanos.

Estos hipócritas predicadores de la corrección política decretaron que nadie puede decir de tal o cual candidato que es un peligro, que no es digno de confianza, que sería un fatal error votar por él. También decidieron que somos tan idiotas que si el Presidente dice que los elefantes vuelan, nos lo vamos a creer.

Detrás de toda esta lamentable decisión –que atenta contra las libertades de todos nosotros para opinar, juzgar, discernir y decidir- de la Santa Inquisición Electoral censurando la libre expresión, hay una paradoja que merece comentarse: Si los anuncios que proclamaban que Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México no hubiesen sido verosímiles –creíbles- nadie se habría quejado. Esa propaganda negativa habría caído por su propio peso y se habría revertido en contra de los maliciosos que la idearon. El problema es que es completamente verosímil el mensaje. “López Obrador es un peligro para México” es un mensaje fundamentado, no una ocurrencia calenturienta. El problema es que López Obrador ha dado muestras abundantes de que podría representar tal peligro para México. Así pues, dado que los anuncios sí tuvieron eco, dado que estaban afectando la carrera de López Obrador hacia la Presidencia y dado que López Obrador y su camarilla (“los legionarios de López”) son muy malos para convencer pero son muy buenos para amenazar e intimidar, los magistrados del tribunal y los consejeros del IFE se dejaron amedrentar por los aspavientos y la gritería de los intolerantes.

Así que ya estamos avisados, nuestra misión es callar y obedecer. 

Así que ya lo sabemos: Mahoma y López Obrador son intocables. No nos vayan a poner una bomba si los molestamos con el pétalo de una crítica…