Hay dos clases de seguidores fervorosos de Andrés Manuel López Obrador: Los cándidos y los abusados. Esquemáticamente –es decir en la forma simplista en que predica el propio López- se puede decir que los cándidos son pobres –y se volverán más pobres en un eventual gobierno de López- y los abusados ya son ricos o medianamente prósperos y aspiran a volverse mucho más ricos en un gobierno de López.

Una muestra de este proyecto alternativo de enriquecimiento de unos cuantos enchufados y empobrecimiento de muchos pobres candorosos ya se ha experimentado exitosamente en la Ciudad de México y en una escala menor en otras entidades gobernadas por el perredismo. Apoderarse del gobierno federal permitirá que este proyecto cuente con herramientas mucho más poderosas para enriquecer a los amigos, destruir a los enemigos y darles atole con el dedo a los pobres. Como el proyecto atenta contra la más elemental lógica económica generará, en términos netos, mayor pobreza (o si se prefiere: cancelará muchas fuentes de verdadera creación de riqueza), lo que permite prever que un eventual “peje-gobierno” recurrirá a sucesivas y vertiginosas “fugas hacia delante” para escabullir los problemas y sostenerse en el poder. Cada “fuga hacia delante” supone doblar o triplicar la apuesta, aumentar la dosis de veneno, culpando de los problemas a fantasiosos enemigos del exterior, a los “cuervos de la desunión” y a los “emisarios del pasado” –como hacía Luis Echeverría- o a los “enanos del tapanco” o al “negro espejo de Tezcaltzipoca” –como hacía José López Portillo.

Nadie puede llamarse a engaño. Para López “cambiar el modelo económico del país” significa lisa y llanamente cambiar las reglas del juego radicalmente para que sólo los chicharrones del “interés nacional”  truenen (y el “interés nacional”, obviamente, no será otra cosa que lo que diga en cada momento el líder) y no haya más justicia ni ley que la palabra del soberano, es decir: la palabra de López. Se me dirá que este tipo de gobierno nada tiene que ver con la democracia y el Estado de Derecho. Correcto. Pero ni a los abusados ni a los candorosos les interesa mayor cosa ese tipo de abstracciones. Ni son demócratas, ni sienten la menor simpatía por un Estado de Derecho que les obliga a competir en igualdad de condiciones jurídicas, que limita sus ambiciones, que sanciona sus excesos, que impide sus abusos.

Este modelo alternativo nada tiene de novedoso: tuvo su mejor expresión histórica en los tiempos de la docena trágica de Echeverría y López Portillo, época que hizo inmensamente ricos a unos cuantos ricos, destrozó a las clases medias y redujo a la miseria a los pobres, pero, eso sí, en medio de una retórica intoxicante de nacionalismo, tercermundismo, desdén por el mundo exterior y reivindicaciones dizque justicieras.

¿Cómo hacerse rico, inmensamente rico, con este modelo? Acercándose al poder. Ocupando un lugar privilegiado en la lista de los buenos empresarios “nacionalistas” amigos de López Obrador. Como de lo que se trata es de distribuir la riqueza, no de generarla, el asunto es colocarse en la lista adecuada, prodigándole a López elogios y apoyos a cambio de contratos de obra pública herméticos –como los de los de las obras viales en el Distrito Federal- con precios inflados y “moche” o comisión que se derrama en las instancias adecuadas (dicho sea de paso, esto permite que los altos funcionarios públicos tengan sueldos bajos, casi irrisorios, de austeridad republicana, porque se desquitan de sobra con los “moches”), medidas de política económica que favorezcan el despojo de ingresos a los asalariados y a los ahorradores (por ejemplo, ajustando el tipo de cambio para volverlo “competitivo”, lo que significa lisa y llanamente reducir los salarios reales de los trabajadores para aumentar el margen de utilidad de los exportadores de baja competitividad), más tarde: negocios vinculados a la inestabilidad económica y a la inflación, especialmente en el sector financiero donde todavía algunos añoran las fabulosas ganancias del “casque” en la bolsa de valores o de los arbitrajes con el tipo de cambio o el viejo expediente de cargarle  las pérdidas a los inversionistas cautivos (ahí están, y muchos ya están salivando de gusto ante la perspectiva de las ganancias, más de 60 mil millones de dólares invertidos en las Afores) y generar ganancias instantáneas para las posiciones propias de los administradores de los fondos. La lista es grande y es para que la aprovechen los listos carentes de escrúpulos. Entiendo que ya desde ahora se congratulen pegando en sus lujosos autos bonitas calcomanías que anuncian: “Sonríe, vamos a ganar”.  Pues sí, cómo no. Entiendo que ellos sonrían, lo que no entiendo es que tengan el descaro de invitarnos a los demás a festejar nuestra próxima y eventual desgracia.

¿Qué reciben los pobres a cambio en este proyecto de nación? No mucho, 700 pesos para sus viejecitos (que cada vez van a comprar menos debido a la inflación), la invitación a sumarse a los negocios de menor escala, como el ambulantaje, la prestación de servicios “piratas” de taxi, el narcomenudeo –previo “moche” en las instancias adecuadas- y dosis embriagadoras de retórica emotiva y justiciera. Y siempre quedará la opción de irse de indocumentado, afrontando riesgos cada día mayores…

¿Quiénes pagan el modelito? Los que trabajamos por nuestra cuenta, los que emprendemos negocios para servir a los consumidores no al gobierno, los que con muchos esfuerzos  adquirimos a crédito una casita, los que somos asalariados en el sector privado y no tenemos manera de desquitarnos de la inflación –haciendo operaciones especulativas en los mercados financieros, subiendo los precios o sacando el dinero del país-, los que nos hemos atrevido a criticar a López y a su pandilla, que seremos objeto de persecuciones implacables  (¿alguien  estará dispuesto a darle la batalla en los tribunales a un gobierno que usa nuestra información personal, de pago de impuestos por ejemplo, de forma amañada y parcial y se especializa en fabricar chivos expiatorios acusados, juzgados y condenados instantáneamente en la santa inquisición de los medios de comunicación y de los periodistas amigos del régimen?) , los empresarios que no se atengan a las nuevas reglas del juego y critiquen la desastrosa política económica, las empresas con deudas en dólares, los que tienen ilusamente sus ahorros en un fondo de pensiones…

¿Quiénes son los más indefensos ante las tropelías de un eventual peje-gobierno a nivel federal?  Los más pobres entre los pobres. Las clases medias y los “pirruris” –como López califica despectivamente a quienes vivimos de nuestro esfuerzo diario y nos repugna ser limosneros del gobierno-  nos podemos defender. Podemos, no sin dificultades, emigrar a tierras más respetuosas de la libertad y del trabajo individuales o podremos, eventualmente, aprovechar el río revuelto: Se trata, por ejemplo en los negocios, de volver a los viejos tiempos de la docena trágica donde un buen enchufe en el gobierno, una lectura oportuna del Diario Oficial o un “casque” en la bolsa de valores merced a información privilegiada  nos dejarán mucho más que el trabajo honesto y productivo. Volverán, en este ominoso escenario, los tiempos en que los “picudos” en una empresa eran los “ten per cent men” de los departamentos de compras o de ventas (diez por ciento de “moche” por contrato o por venta o “michas” para ti, funcionario corrupto, y “michas” para mí, empleado venal), los magos de la especulación financiera y los cabilderos en las oficinas de gobierno o en los pasillos legislativos. Risibles, en cambio, serán los intelectualmente honestos, quienes traten de mejorar un producto o un servicio añadiéndole valor por la inteligencia y la creatividad, los ingenieros de producción, los que se aventuren a inventar tecnologías o procedimientos para aumentar el bienestar.

Sabiendo lo que sé, no puedo sonreír pensando que podría ganar ese “modelo alternativo de país”. No soy tan mierda…