Desde el momento (del cual hace ya,… ¿años?, ¿décadas?, ¿siglos?) a partir del cual los gobiernos pasaron de ser gobiernos, limitándose a garantizar la seguridad contra la delincuencia y a impartir justicia, a ser desde ángeles de la guarda hasta hadas madrinas, intentando desde preservarnos de todos los males (gobierno ángel de la guarda) hasta concedernos todos los bienes (gobierno hada madrina), cualquier intento de reforma fiscal, antes que tributaria, y preguntarse qué impuestos, a qué tasas, y a quién cobrárselos, debe ser presupuestaria y preguntar en qué, cuánto y cómo gasta el gobierno, siendo que la respuesta general a esta pregunta, en cualquier país del mundo (aunque hay unos que, en este tema, están peor que otros), es que el gobierno gasta en lo que no debe, razón por la cual gasta más de lo que debe, siendo que en muchos casos, tanto de gastos que debe hacer, como de gastos que no debe hacer, gasta de mala manera, todo lo cual da como resultado que el cobro de impuestos ha degenerado en un robo con todas las de la ley.

El problema con la reforma presupuestaria es que deben llevarla a cabo, ni más ni menos, quienes viven (económicamente) y se benefician (políticamente) del gasto gubernamental: gobernantes, legisladores, políticos, burócratas y demás funcionarios públicos. Viven, económicamente, porque del presupuesto gubernamental sale su ingreso, desde el sueldo hasta las prestaciones, y todo lo intermedio. Se benefician, políticamente, porque de ese presupuesto, el gubernamental, salen los recursos para financiar los programas que, uno, justifican su puesto y, dos, les crean clientelas presupuestarias, que fácilmente degeneran en clientelas políticas, objetos manipulables con fines políticos, mismos que encontramos en ámbitos tan distintos como lo son el de la cultura y las artes, por un lado, y el del deporte de alto rendimiento, por el otro, o el de las universidades públicas, de un lado, y los gobernadores estatales, del otro.

Pedirle a los gubernamentólatras presupuestívoros que lleven a cabo, como primer paso de la reforma fiscal correcta, la reforma presupuestaria (que bien hecha debería dar como resultado la desaparición de los gobiernos ángeles de la guarda y hada madrina, de tal manera que quedara únicamente el gobierno gobierno, encargado solamente de garantizar la seguridad contra la delincuencia y de impartir justicia, aceptando que la consecución de todos los otros bienes, así como la lucha contra todos los otros males, es responsabilidad de cada quien), es pedirle peras al olmo, es exigirles que se hagan el haraquiri, es demandarles el suicidio, algo que ninguno de ellos está dispuesto a hacer, ya que ello atentaría en contra de sus intereses, desde los vitales hasta los políticos.

Gobernantes, legisladores, políticos, burócratas y demás funcionarios públicos viven (económicamente) y se benefician (políticamente) del presupuesto, de tal manera que, a mayor presupuesto, mejor vida y mayor beneficio, beneficio político y vida económica que dependen del presupuesto, presupuesto que, al final de cuentas, depende de ellos, comenzando por los legisladores. Así las cosas, qué incentivos tienen todos ellos para revisar a fondo en qué, cuánto y cómo gasta el gobierno, tres preguntas que se sintetizan en una sola: ¿Qué debe hacer el gobierno?

¿Qué respuesta dan, a la mentada pregunta, los gobernantes? Está a la vista, ya que por lo que hacen los conoceremos: el gobierno debe hacer todo lo que hacen, desde los ángeles de la guarda, hasta las hadas madrinas, no limitándose a lo que hace el gobierno gobierno: garantizar la seguridad contra la delincuencia e impartir justicia.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.