Nunca he encontrado la razón, ¿existe?, de la afirmación que apunta que la propiedad privada es la raíz de todos los males: que lo mío sea mío, y que lo tuyo sea tuyo, ¿es la raíz de todos los males? Y si no queremos exagerar hablando de todos los males, que lo mío sea mío, y que lo tuyo sea tuyo, ¿es la raíz de algunos los males? Y, nada más para agotar todas las posibilidades, que lo mío sea mío, y que lo tuyo sea tuyo, ¿es la raíz de algún mal?

Para responder lo primero que hay que hacer es definir qué es la propiedad privada, misma que se define como el derecho de alguien a poseer, usufructuar y enajenar, en exclusiva, bienes o servicios, con el único límite de que, al hacerlo, se respete el mismo derecho de los demás. Ese derecho, como sucede con cualquier derecho que realmente lo sea, supone la obligación de los demás de no impedir, salvo en el caso en el cual no hacerlo suponga no respetar el mismo derecho de los demás, el poseer, usufructuar y enajenar, en exclusiva, los bienes y servicios propiedad de uno. El derecho de propiedad de uno impone, a los demás, el respeto al mismo, lo cual, antes que una cuestión legal, es un asunto ético.

Dicho lo anterior, preguntémonos si el poseer, usufructuar y enajenar los bienes y servicios propiedad de uno, con el único límite de respetar igual derecho en los demás, puede ser la raíz de algún mal, de algunos males, o de todos los males. ¿Lo puede? No, por más que el mal uso de la propiedad sí pueda ser la causa de un mal: usar nuestra pistola para asesinar a otro. Pero no hay que confundir el mal uso de la propiedad con la propiedad misma. El mal está, no en que la pistola sea mía, sino en que la usé de mala manera, para matar a un semejante.

Aceptado que la propiedad privada no puede ser la causa de males, preguntémonos si ella es, en sí misma considerada, un mal. ¿Lo es? No, al contrario: la propiedad privada es la mejor solución que hemos encontrado los seres humanos al problema de la escasez. Dado que no todo alcanza para todos, y menos en las cantidades que cada uno quisiera, es que hay que racionar, y la manera más eficaz y justa de hacerlo es por medio de la propiedad privada, consecuencia, no de una distribución originaria, que históricamente nunca existió, sino del trabajo y el intercambio, de la herencia y el regalo.

Consideremos lo dicho por Chodorov, y preguntémonos por qué trabajamos los seres humanos, sobre todo a partir del momento en el cual ya tenemos garantizada la satisfacción de nuestras básicas, que son aquellas que, de quedar insatisfechas, atentan contra la saluda y la vida. ¿Por qué? Por la perspectiva de poseer más de lo estrictamente necesario para sobrevivir, de poseer lo que, más allá de la sobrevivencia, nos permitirá disfrutar.

La premisa comunista de que la propiedad privada es la raíz de todos los males, de ser cierta, supondría que los seres humanos, como lo apunta Chodorov, trabajamos por el placer de trabajar, no por la intención de poseer, lo cual resulta por demás cuestionable. ¿Cuántos seres humanos están dispuestos a mantener que el trabajador no tiene derecho al producto íntegro de su trabajo, es más, que no está interesado en el producto de su trabajo, de tal manera que trabaja por trabajar? Un comunista de hueso colorado, ¿aceptaría que el ser humano no tiene derecho al producto de su trabajo, sobre todo si ese producto es el resultado de una labor honesta? Porque lo que puede ser un mal es la manera de adquirir propiedad privada, suponiendo que a bienes y servicios adquiridos de mala manera se les pueda llamar, propiamente, propiedad privada. Pero ese es otro tema que no hay que confundir con el de la propiedad privada.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.