Muchos miran al empresario como al lobo que hay que abatir; otros lo miran como a la vaca que hay que ordeñar; pero muy pocos lo miran como el caballo que tira del carro.
¿Quién es el empresario? Cito las definiciones del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española: 1.- Persona que por concesión o por contrato ejecuta una obra o explota un servicio público; 2.- Persona que abre al público y explota un espectáculo o diversión; 3.- Persona que emplea trabajadores; 4.- Titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa.
Ninguna de estas definiciones me satisface. Doy la mía. Empresario: persona que invierte directamente para producir, ofrecer y vender bienes y servicios, con el fin de maximizar su utilidad, asumiendo los riesgos inherentes a dicha actividad.
Primer punto. El empresario es el agente económico que invierte directamente, siendo las inversiones directas las que producen bienes y servicios, crean empleos y les permite, a quienes obtienen esos puestos de trabajo, generar ingresos. Caigamos en la cuenta de todo lo que depende de dichas inversiones: la producción de bienes y servicios, variable con la que se mide el crecimiento de la economía; la creación de empleos; la generación de ingresos.
Segundo punto. El empresario, invirtiendo directamente, produce bienes y servicios para ofrecérselos a los consumidores, con la intención de venderlos, lo cual es posible si el consumidor decide comprar, y comprará solamente si lo que se le ofrece contribuye a elevar su bienestar.
Tercer punto. Al invertir directamente con el objetivo de producir, ofrecer y vender satisfactores el empresario asume los riesgos inherentes a tal actividad, comenzando por el más grave: que el consumidor no esté dispuesto a comprar, o porque no le interesa lo que se le ofrece (el problema es el producto), o porque interesándole no está dispuesto a comprar al precio al que se le ofrece (el problema es el precio). Al ofrecer el empresario enfrenta tres posibilidades: que pueda vender a un precio mayor a su costo de producción, obteniendo ganancias extraordinarias; que pueda vender a un precio igual a su costo de producción, obteniendo solamente la ganancia normal (que forma parte del su costo de producción); que tenga que vender a un precio por debajo de su costo de producción, incurriendo en pérdidas.
Cuarto punto. El fin del empresario (que no el de la empresa) debe ser maximizar su utilidad, para lo cual debe ofrecer al mayor precio posible, que será igual al mayor precio que el consumidor esté dispuesto a pagar por lo que se le ofrece, información que el empresario no conoce y que el consumidor no revela, por lo que el empresario actúa al tanteo.
Si el empresario es el agente económico que invierte directamente para producir, ofrecer y vender bienes y servicios, con el fin de maximizar su utilidad, asumiendo los riesgos inherentes a dicha actividad, ¿es ello criticable por su propia naturaleza?
Si para ofrecer el empresario debe invertir directamente, y si de la inversión directa depende la producción, el empleo y el ingreso, ¿es ello criticable por su propia naturaleza?
El empresario, ¿es el lobo que hay que aniquilar o la oveja que hay que esquilmar? No, es el agente económico al que hay que reconocerle su contribución al progreso económico y garantizarle las condiciones para que lo haga de manera justa y eficaz.
Por ello, pongamos el punto sobre la i.
Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.
Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.
Si necesitamos un Estado para combatir otro Estado, por regresión, ¿cómo se justifica la existencia del primer Estado?
Los enemigos de la libertad –de izquierda, derecha o centro– tienen un denominador común: la fe en el Estado.
De la ley nace la seguridad.